Entretejer la trama de concepciones que definen a la escuela y su misión me remite, en estos tiempos, inexorablemente, a pensar en algunos asuntos, que preocupan a muchos y resuelven pocos. Asistimos y asentimos a discursos que hablan de atención a la diversidad, de ciudadanía y de democratización de la educación, sin embargo seguimos proponiendo currícula hegemónicos, en el que los intereses de los más vulnerables siguen siendo soslayados. ¿Alguna vez en algún cuaderno alguien vio la enunciación de los problemas de los que carecen de algo?
¿El análisis de sus causas, las consecuencias que tienen en sus vidas, que sienten y qué necesitan?¿O es que desde allí no se pueden enseñar las Ciencias Sociales uno de cuyos objetivos es la formación de ciudadanos críticos y reflexivos?
Seguimos tendiendo a normalizar tanto como sea posible las condiciones de vida y la escolaridad de los alumnos y a considerarlos según nuestra idea de lo “normal” Respetamos, eso si las diferencias, pero nada más que eso, no sea que las diferencias nos contagien. Que cada uno piense según su grupo de pertenencia, ponernos en lugar del otro y pensar como ellos, sería una traición a nuestro grupo de origen. Pues bien, tenemos dos posibilidades seguir así o se nos impone un desafío enseñar a traicionar racionalmente en NOMBRE DE NUESTRA ÚNICA PERTENECIA ESENCIAL: la humana ( Savater).
Claro puede resultar peligroso, es más fácil seguir pensando en una escuela que despierte fervores y adhesiones que en una escuela que despierte el pensamiento autónomo y crítico. Hablar de una pedagogía centrada en el que aprende puede ser una cuestión de palabras, ahora, si la convertimos en un hecho, entonces, no queda otro camino que aceptar el valor de la diversidad y ello nos lleva a orientar la educación hacia los principios de igualdad, justicia y libertad. La diversidad es así considerada un valor y un referente positivo para mejorar la escuela. Es necesario recordar que todos compartimos la dignidad, entonces, sólo nos diferenciamos en ideas, que son igualmente respetables. Sí así no es estamos negando la igualdad de oportunidades, la democratizaron de la escuela y la justicia curricular.
En este contexto ninguna dimensión ni variable escolar que incida en el aprendizaje de los alumnos debe quedar afuera. ¿Cómo evaluar en una escuela que no excluya? Tal vez instituyendo una evaluación comprensiva en la que se interroga por el sentido de lo que se evalúa, y en lugar de juzgar intenta comprender el objeto de evaluación cuyos errores se convierten en problemas a descifrar.
Tal vez convendría desde nuestro rol docente o de padres o de lector de este artículo, preguntarnos si siempre nos sentimos incluidos, si nunca sentimos la exclusión.
Si los maestros abrimos la mirada sólo entonces podremos dar respuestas a quienes desde su pluralidad nos miran en las aulas. Plantearnos cómo podríamos organizar los contenidos desde ese abordaje supone en sí mismo darles mayor significatividad, entusiasmar a los chicos desde la resolución de problemas que les atañen, preguntarnos qué espacios les son más favorables para los aprendizajes, cuánto y de qué calidad son sus tiempos fuera de la escuela, cómo podríamos generar estrategias para que todos aprendieran.
En este contexto ninguna dimensión ni variable escolar que incida en el aprendizaje de los alumnos debe quedar afuera. ¿Cómo evaluar en una escuela que no excluya? Tal vez instituyendo una evaluación comprensiva en la que se interroga por el sentido de lo que se evalúa, y en lugar de juzgar intenta comprender el objeto de evaluación cuyos errores se convierten en problemas a descifrar.
Tal vez convendría desde nuestro rol docente o de padres o de lector de este artículo, preguntarnos si siempre nos sentimos incluidos, si nunca sentimos la exclusión.
Si los maestros abrimos la mirada sólo entonces podremos dar respuestas a quienes desde su pluralidad nos miran en las aulas. Plantearnos cómo podríamos organizar los contenidos desde ese abordaje supone en sí mismo darles mayor significatividad, entusiasmar a los chicos desde la resolución de problemas que les atañen, preguntarnos qué espacios les son más favorables para los aprendizajes, cuánto y de qué calidad son sus tiempos fuera de la escuela, cómo podríamos generar estrategias para que todos aprendieran.
Estas serían, deben serlo, son, cuestiones que nos preocupan y nos ocupan.
Nada fácil: Pero por eso, entre otras cosas, la escuela es el lugar de la esperanza.
Prof. Ana María Elía
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